Curas pederastas: las puertas del infierno hacia la abominación de la desolación

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Introducción
I. El camino ancho y el angosto
II. El sacerdocio de Cristo
III. El sacerdote y los niños
IV. El pecado en general
V. Los pecados que claman justicia al cielo y las abominaciones
VI. El sacerdote y el pecado
VII. La correcta acción del cristiano frente al pecado personal y del prójimo
VIII. El Abuso sexual infantil
IX. Los curas pederastas
X. El pecado de los sacerdotes pederastas y pedófilos
XI. La mentira
XII. La complicidad
XIII. El caso de Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo
XIV. Intentan desvirtuar la lucha del Papa contra pederastas
XV. Legionarios, cómplices de Marcial Maciel
XVI. La abominación de la desolación
XVII. Los mentirosos
XVIII. Las Puertas del Infierno
Conclusiones
Luis González
Orden de Caballeros Crucíferos
Viacrucis de los Caballeros Crucíferos
Cantos Gregorianos
Sueños del fundador de los Crucíferos
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Los crímenes en contra de los niños y de quienes encubren a los victimarios;

su constitución fundamental hacia el fin de los tiempos.

 

por Luis González

 

 

 “En verdad os digo que cuanto hicisteis

a uno de estos hermanos míos más pequeños,

conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 40).

 

“El que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

Pero al que escandalice a alguno de estos pequeños que creen en mí,

mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra

de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.

¡Ay del mundo por sus escándalos!;

Es inevitable que haya escándalos;

pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el escándalo!

Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer,

córtalo y arrójalo lejos de ti.

Mejor te es entrar en la vida cojo o manco,

que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.

Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti;

mejor te es entrar con un solo ojo en la vida,

que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeñuelos;

porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar

el rostro de mi Padre celestial” (Mt. 18,  5- 11).



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