Curas pederastas: las puertas del infierno hacia la abominación de la desolación

III. El sacerdote y los niños

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Introducción
I. El camino ancho y el angosto
II. El sacerdocio de Cristo
III. El sacerdote y los niños
IV. El pecado en general
V. Los pecados que claman justicia al cielo y las abominaciones
VI. El sacerdote y el pecado
VII. La correcta acción del cristiano frente al pecado personal y del prójimo
VIII. El Abuso sexual infantil
IX. Los curas pederastas
X. El pecado de los sacerdotes pederastas y pedófilos
XI. La mentira
XII. La complicidad
XIII. El caso de Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo
XIV. Intentan desvirtuar la lucha del Papa contra pederastas
XV. Legionarios, cómplices de Marcial Maciel
XVI. La abominación de la desolación
XVII. Los mentirosos
XVIII. Las Puertas del Infierno
Conclusiones
Luis González
Orden de Caballeros Crucíferos
Viacrucis de los Caballeros Crucíferos
Cantos Gregorianos
Sueños del fundador de los Crucíferos

III. El sacerdote y los niños.

La relación del sacerdote con los niños emana de un claro mandato de Cristo.  “Le traían unos niños para que les impusiera las manos; y los discípulos les regañaban. Pero Jesús, al verlo, se enojó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis, porque de éstos es el Reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendecía, imponiéndoles las manos” (Mc. 10, 13-16).

 

Resalta aquí el propósito fundamental de la niñez: la salvación, ya que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.

 

Asimismo, Dios quiere ser alabado y bendecido, pero solo es de los niños de quienes se procura y de los más pequeños: “Pocos días antes de la Pasión, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que hacía, y a los niños que le aclamaban..., se irritaron y le dijeron: ¿Oyes lo que dicen éstos? Jesús les respondió: Sí; ¿no habéis leído nunca: de la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza?” (Mt. 21, 15-16).

 

Para los sacerdotes hoy en día, la relación con los niños se observa en las misas, a la hora de dar la paz, cuando en numerosas iglesias corren a saludar al sacerdote.

 

Sin embargo, la relación que puede ser más cercana entre el sacerdote y los niños, se da en la catequesis. Por lo general hoy en día no son los curas párrocos quienes se ocupan de dar el catecismo, sino los fieles que quieren hacerlo, con el beneplácito del cura. Muchas veces el sacerdote habla con los pequeños y se relaciona con ellos, va a excursiones y paseos de convivencia.

 

Tratándose de escuelas de educación básica dirigidas por sacerdotes y/o religiosos/as suele darse una mayor relación.

 

Ejemplo de una vida de entrega al cuidado y educación de los niños lo tenemos en San Juan Bosco.

 

El objetivo es cumplir con ese mandato de Cristo: “Dejad que los niños se acerquen a mí y nos se los impidáis”. De ello se desprende el trabajo de educar a los niños en el amor a Jesús y en acercarlos a la comunión a la edad propicia, que el catecismo oficial de la Iglesia establece en siete años de edad.

 

Este servicio es tan odiado por el demonio que ha logrado que en nuestros días incluso las conferencias episcopales de diversos países hayan determinado trabas que impiden a los niños hacer la primera comunión a la edad de siete años, con lo cual, quienes han hecho eso, responden a Cristo como aquellos fariseos o como criados mal pagados, a su mandato expreso de “no se los impidáis”.

 

La irresponsabilidad de los sacerdotes al abandonar el trabajo de impartir directamente el catecismo lo único que hace es no dejar que los niños se acerquen a Jesús, lo mismo que esa irresponsabilidad que hace que pierdan varios años en acercarse debidamente a él mediante la comunión. Ocurre entonces que gracias a obispos y sacerdotes irresponsables, los niños pierden varios años de su vida de inocencia intentando acercarse a Jesús, y lo logran hasta los 12 o 13 años, para comulgar unas cuantas veces y luego regularmente caer en los pecados de la mentira o contra la pureza del cuerpo, para no volver a comulgar, si bien les va, hasta el día en que contraen matrimonio.

 

Bien los niños pueden hacer un importante acopio de gracia santificante entre los 7 y los 14 años, la cual les serviría para resistir las tentaciones propias de la adolescencia. Sin embargo, hubo unos pastores malvados, necios e ignorantes, que procuraron que no se acercaran a Jesús y les impidieron el hacerlo, para que no tuvieran esa reserva de gracia y cuando viniera el embate de la tentación, cayeran de inmediato y sin la menor resistencia.

 

Como se ha escrito, se trata de un verdadero trabajo para el demonio a manos de quienes deberían de trabajar para Cristo, pero incluso, hacen eso argumentando servir a Cristo.

 

Quienes obran de este modo, han desobedecido a Cristo en su mandato expreso y, hasta con enojo y rabia, han utilizado todo su poder para impedírselos. Han inventado su propia ley al respecto y utilizado los pensamientos de los hombres que son como los del demonio; han creado su propio credo y su propio universo con la ciencia de las conveniencias humanas, que es aquella misma ciencia del bien y del mal que el demonio empezó a enseñar a los hombres desde el paraíso terrenal, distinta de la verdadera ciencia cuyo fundamento es la obediencia  a Dios (Mt. 16, 23; Gn. 3, 5; 1 Sam. 15, 22-23).

 

Esta rebeldía y desobediencia contra el mandato de Cristo, es la madre de las abominaciones que la iglesia sufre hoy en día, ya que el ataque es directamente en contra de Cristo y de aquellos a quienes Él prefiere y de quienes dice que es necesario asemejarse para poder entrar en el reino de los Cielos.

 

Establecida tal división desde hace muchos años en la práctica ordinaria de la Iglesia respecto de los niños para que se acerquen a Jesús, a manos de quienes deberían obedecerle para procurar tal acercamiento, y ya que se convirtieron en los primeros en impedírselos, estos tales han abierto una de las puertas del infierno contra la iglesia que Cristo fundó, y de esa puerta han salido las abominaciones de que tratamos aquí.

 

¿Por qué muchos obispos y sacerdotes han hecho esto? Porque aunque poseen el ministerio de Cristo y su sacerdocio eterno, lo utilizan para alcanzar su zona de confort, esto es, solo con propósitos netamente humanos. La consecuencia fue inevitable y por eso no les importó que entre ellos se reprodujeran todos los que señalan las sagradas escrituras  que no entrarán al Reino de los Cielos: los pedófilos, pederastas, efebófilos, avaros, ladrones, sodomitas, borrachos, maledicentes, lascivos, mujeriegos, injustos, mentirosos, idólatras, cobardes, embusteros, incrédulos, homicidas, hechiceros, etc. Mientras traigan y atraigan dinero, no importa lo demás (1 Cor.  6, 9-10; Apoc. 21, 8).

 

Tales círculos de notables no podían pasar desapercibidos ante los cristianos con sus abominaciones, ya que al árbol se le conoce por sus frutos (Mt. 12, 33-37).

IV. El pecado en general...