XVII. Los mentirosos
En este
punto de la exposición conviene abundar respecto de la forma ordinaria de vida de aquellos que no son de Cristo, ya que el
cristiano se relaciona con ellos durante toda su vida y la afectan, derivado de lo cual debe crecer su virtud.
Una de
las estrategias más útiles del demonio es la que tiene por finalidad hacer caer al hombre en el pecado a través de la tentación
pequeña por múltiples vías:
“...el Diablo estudia nuestras inclinaciones y las admite; se vale de aquellas mismas cosas que son necesarias para la vida; procede gradualmente –Hugo de Saint Víctor
define la tentación: “Un astuto experimento, con blandos ensayos, seguidos
de un violento ataque”—con engaños y traición; disfraza el pecado de felicidad, de necesidad y hasta de virtud” (Vicente Risco. El Diablo. P. 141).
De tal
operación a través de siglos, obtiene un estado general de cosas, en las cuales ha logrado separar en la mente y en la vida
del hombre los intereses de su salvación, respecto de sus otros intereses y ha
reducido la relación para con Dios a una serie de acciones desconectadas de sus relaciones con los demás.
El cristiano,
sin embargo, no puede caer en este modo de vida, sino que está siempre en vela, configurando todo su pensar, todo su sentir,
todo su actuar a Cristo, con Cristo, para Cristo en Cristo. Para quienes avanzan hacia el modo perfecto, que es el de la caridad,
hacen todo esto en con, por y para la Santísima Virgen María, ya que es la creatura más semejante a Cristo del universo entero,
que confiere la forma humana de Dios.
Toda acción
del cristiano, desde este ángulo, es una ofrenda pura y santa dirigida al Padre por Cristo con María, quien rige todo lo creado
para Cristo. Al configurarse la vida del cristiano de esta manera, participa de la virginidad de María que hace posible reproducir
en sí de modo perfecto a Cristo, por determinación del Padre.
Una herramienta
fundamental para lograr una vida así, que han recomendado los santos padres de la Iglesia, a partir de que así lo estableció
San Pablo, es el discernimiento de espíritus, de tal manera que sin este, el camino hacia el abismo parece como si fuera el
de la vida.
El hombre
no conoce todo lo hay dentro de sí, y respecto de
sus pensamientos, voluntarios o no, su modo de juzgar y sus juicios no siempre son rectos ni correctos. Tiene la vista
interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión, señaló el obispo Balduino de Cantorbery:
“Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio u otra persona o el tentador nos hacen ver
como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio,
que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota
la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello
forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible.
“Está escrito: Cree uno que su camino es recto, y va a parar a la muerte. Para evitar este peligro nos
advierte san Juan: Examinad los espíritus si provienen de Dios. Pero ¿Quién será capaz de examinar si los espíritus vienen
de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos,
afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección
espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar su propia vida.
“La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando
tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, si
nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención,
hace sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye
la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención.
“Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que
obramos en Dios y ante su presencia.” (Tratado 6. PL 2004, 466-467. Liturgia de Las Horas.
T. III. Pp. 326-327. Buena Prensa. México.
1985).
En consecuencia
de lo anterior es necesario alertar acerca de un mal casi endémico en muchos que se dicen cristianos, quienes al amparo de
tal etiqueta se convierten en verdaderos maestros de la mentira y asumen diversas
posturas; muchos parecen no darse cuenta.
Aunque
la consecuencia del nombrarse como cristiano debería ser una revisión constante de sus vidas y una conversión diaria para
evitar las malas acciones y realizar las acciones buenas y hacia la perfección, acarician
en su interior que sus espectadores antepondrán de ellos la imagen que tengan del cristiano y tejen la mentira, que es la
sabia con la que dan vida al resto de sus malas acciones (Lc. 11, 37-41). Tal
sofisticación de mentira sirve para la sofisticación del robo de toda índole; roban a sus padres, a sus hermanos, a sus hijos,
a sus amigos, a sus socios y a toda persona que les convenga hurtar algo porque no quieren pagar el precio justo de lo que
quieren tener de ellos: dinero, activos diversos, tiempo, trabajo, amor, etc.
Mezclan
una vida de roles. El rol del cristiano, cumplidor de ritos y mandatos diversos, con el rol del negociante experto, capaz
de obtener todo cuanto quiere. Hacen la combinación perfecta para sus fines; que todos los tengan por piadosos y hombres o
mujeres de Dios, que por ello se permiten la licencia del mentir sofisticadamente y ser negociantes que alcanzan todo cuanto
quieren (Ez. 28, 4-5).
Tal maestría
en la mentira de la que advierte el obispo Balduino, tiene por principio aquello que señala el Libro de Proverbios: “Hay caminos que parecen rectos, pero, al cabo, son caminos de muerte” (Prov. 14, 12), precisamente
cuando el hombre, habiendo caído a lo largo de su vida en todas las tentaciones que el demonio le puso, viene a integrar como
parte de su modo de ser tal pensamiento: creer que todo lo que hace es bueno, ya que confía totalmente en sí mismo y solamente
recurre al consejo de los sabios para guardar apariencias o conseguir aquello que se le dificulta en el mundo (Jer. 17, 5;
Jn. 7, 24).
En el
ejercicio de tal maestría en la mentira, son enemigos de practicar el mandato de Cristo de decir si cuando es sí y no cuando
es no (Mt. 5, 37), sobre todo en las fases de inicio de la construcción de telarañas de mentiras para obtener lo que quieren,
aunque utilizan tal lenguaje y las citas que les sean necesarias para apoyar el alcance de sus objetivos. Son hábiles tejedores
de palabras que abren caminos a diversidad de interpretaciones, pensamientos, acciones u omisiones.
Sin embargo,
cuando creen necesario decir sí,sí; no, no lo hacen a sabiendas de que cuando llegue
el momento, utilizarán el engaño de las palabras, conocido como anfibiología, que consiste en el manejo de conceptos, palabras,
expresiones parecidas entre sí, pero cuyo significado varía. Es la mentira que consiste en hacer creer que dos cosas parecidas,
pero que no son de la misma especie, lo son.
De este
modo, aprovechándose del paso del tiempo o de la cantidad de acciones y eventos que hayan ocurrido en torno de la acción inicial,
introducen el acto o palabra anfibiológica, mutante, parecida a la palabra o concepto principal, pero que es de distinta especie,
procurando que este nuevo elemento sea simple o tan sofisticado que se incluya y pase de modo imperceptible y así sucesivamente,
cuyo resultado es, que hacia delante, las cosas no se parecen en nada a lo que
se dio en el principio y tampoco son su consecuencia lógica. Cada efecto es aquí un efecto inmediato del cambio imperceptible
introducido y así sucesivamente.
Como hábiles
tejedores de anfibiologías, suelen servirse y proteger a personas que hagan lo mismo, para obtener lo que quieren. Desarrollan
la maestría demoniaca que consiste en poner delante palabras, conceptos, acciones
y omisiones, y/o la mezcla de todo ello, para ir derivando de ello palabras,
pensamientos, conceptos, acciones y omisiones que se les parezcan, que sean semejantes o que puedan interpretarse como análogas
por determinadas circunstancias de espacio, tiempo y movimiento, de hechos y personas para obtener lo que quieren (Sal. 55,
22; Am. 8, 4-6; Mt. 16, 23; 23, 13-32; 26, 4, 61; 27, 20; Mc. 7, 8-13; Jn 12, 3-6; 19, 12; Lc. 16, 8).
Un ejemplo
a gran escala de esto ocurrió precisamente en noviembre de 2010, cuando se hizo público un extracto del libro: Luz del Mundo: El Papa, la Iglesia y las señales de los tiempos, con relación a los condones, cuyo uso ha sido
condenado tradicionalmente por la iglesia.
A este
respecto, conviene reproducir las aclaraciones que hizo el obispo filipino Oscar
Cruz:
ZS10112601 - 26-11-2010
Permalink: http://www.zenit.org/article-37411?l=spanish
Obispo filipino: “no tergiversar” lo que dice el Papa sobre el condón
“Las medias verdades llevan a discusiones equívocas”, afirma monseñor Cruz
MANILA, viernes 26 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- En Filipinas se está produciendo una “tergiversación
oportunista” de las declaraciones sobre el preservativo realizadas por Benedicto XVI en su último libro.
Es la advertencia del arzobispo emérito de la diócesis filipina de Lingayen-Dagupan, monseñor Oscar Cruz, quien
hizo un llamamiento a acabar con la desinformación que está circulando sobre las declaraciones del Papa precisamente cuando
la nación está envuelta en un debate sobre un proyecto de ley sobre anticoncepción.
“Cuando argumentamos, no tomemos verdades a medias porque de esta manera perderemos”, dijo el arzobispo.
Y se refirió a la avalancha mediática producida en todo el mundo desde el sábado, cuando L'Osservatore Romano,
el periódico oficioso del Vaticano, publicó algunos extractos del libro-entrevista a Benedicto XVI titulado Luz del mundo.
Al final del capítulo 10 del libro, el escritor, el periodista alemán Peter Seewald, pregunta al Pontífice dos
cuestiones sobre la lucha contra el sida y el uso del preservativo.
Seewald se refiere a los comentarios sobre este tema que el Papa realizó a bordo del avión papal en su vuelo
a Camerún y Angola en marzo de 2009.
A la acusación de que “es una locura prohibir a una población amenazada por el sida la utilización de
preservativos”, Benedicto XVI respondió: “Podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando
un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralizacion, un primer tramo de responsabilidad
a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere.
Pero ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH. Tal modalidad ha de consistir realmente
en la humanización de la sexualidad”.
Entonces Seewald preguntó al Pontífice: “¿Significa esto que la Iglesia católica no está por principio
en contra de la utilización de preservativos?”. El Papa replicó: “Es obvio que ella no los ve como una solución
real y moral. No obstante, en uno u otro caso pueden ser, en la intención de reducir el peligro de contagio, un primer paso
en el camino hacia una sexualidad vivida de forma diferente, hacia una sexualidad más humana”.
El arzobispo Cruz dijo que no le ha sorprendido que los que promueven la anticoncepción en Filipinas hayan usado
las declaraciones del Papa como un “proyectil”.
Afirmó que los partidarios del proyecto de salud reproductiva harían cualquier cosa para conseguir lo que quieren
y que el único recurso es adherirse estrictamente a la verdad.
En respuesta a los que piden a la jerarquía que cambie la enseñanza sobre la anticoncepción, el prelado afirmó
que la Iglesia no puede permanecer en silencio porque tiene el deber de defender la moral, tanto si es aceptada fácilmente
como si no.
Esperando que escuchen
En medio del debate sobre el proyecto de ley de salud reproductiva que promovería la utilización de anticonceptivos,
algunos líderes políticos están afirmando que las declaraciones del Papa pueden reforzar el apoyo a esta medida.
Un portavoz del presidente Benigno Aquino III pidió a los líderes de la Iglesia local que muestren una “flexibilidad
correspondiente” a la supuestamente mostrada por el Papa.
Los partidarios de la medida reclaman que los comentarios del Pontífice inciten a la Conferencia de Obispos
Católicos de Filipinas a ceder finalmente en su postura sobre la anticoncepción.
Mientras tanto, los líderes de la Iglesia local intentaron extender la verdad de lo que el Papa dijo realmente.
“Ellos [los partidarios del proyecto de ley] respetan al Papa pero nuestra preocupación es que están actuando
sobre una idea equivocada”, explicó el director dela Comisión de Familia y Vida de la archidiócesis de Manila, el padre
Joel Jason.
“Esperamos que escuchen las correcciones. (???). Tendemos a sacar las cosas de contexto... antes de sacar
una conclusión deberían haber tomado primero todo el contexto de lo que el Santo Padre dijo realmente”.
El padre Jason aclaró las palabras del Papa, explicando que Benedicto XVI sencillamente sugería que el uso de
un preservativo por parte de un prostituido podría ser un posible signo de un aumento de conciencia de que no es correcto
involucrarse en una actividad sexual sin tener en cuenta las consecuencias.
Esto no cambia, dijo el sacerdote, la afirmación de Benedicto XVI de que la única solución real al sida es la
humanización de la sexualidad.
Además, continuó, el Papa también destacó que el sexo no debería tratarse como una droga para buscar el placer,
que se toma a voluntad sin tener en cuenta las consecuencias.
La Iglesia se mantiene firme en su postura, afirmó el padre Jason. El sida debe combatirse con eficacia.
“No hay que tomar la opción de mínimos, sino la opción de máximos; no vamos a tomar el preservativo como
una solución”, dijo, recomendando en cambio fidelidad y abstinencia, con las que no hay manera de contraer el sida.
Hasta
aquí el artículo, difundido en www.zenit.org.
Conviene
reflexionar varios aspectos:
Es
imposible que el Papa no haya pensado que sus palabras podrían ser utilizadas por los medios de comunicación de forma anfibiológica
en el presente o el futuro, sin embargo, a pesar de ello hizo su desafortunada ejemplificación para tratar de señalar como
un acto de principio de moralidad y de responsabilidad algo que no lo es, toda vez que cada cosa engendra lo que es de su
naturaleza y no algo distinto y lo mismo corre con los actos moralmente buenos o malos.
Desde
el punto de vista del objeto, el condón fue creado por el hombre explícitamente
para pecar, para tener relaciones sexuales sin que haya embarazo, en cualquier escenario.
Fue hasta el descubrimiento del sida que se le endosó la capacidad de prevenir el contagio en cualquier escenario de
relaciones sexuales.
Toda argumentación
acerca de alguna bondad del condón resulta anfibiológica, esto es, generadora de confusiones y mentiras, de pecados.
Aunque
la prostitución existe casi desde que existe la humanidad, ese hecho no le endosa moralidad alguna, se trata de un mal existente
que no puede mas que generar mal, pecado. Si quienes ejercen la prostitución usan condones, ello es análogo a echarle abono
a la hierba mala. Desde el punto de vista de la salud pública puede disminuir el contagio del sida y de otras enfermedades,
pero desde el punto de vista de la moral, si el riesgo de contagio puede ser un impedimento para consumar el pecado, el condón
viene a ser la solución. Es una burla contra la recomendación de Cristo de arrojar lejos de sí todo aquello que sea ocasión
de pecado. No se debe confundir los ámbitos, el de la salud pública y sus estadísticas,
con lo que sea bueno o no bueno para esta y lo que es bueno y no es bueno para la salvación de las almas.
Desde
el punto de vista de la moral, si resulta que en un ejemplo se junta a un objeto creado explícitamente para pecar, como es
el condón, con un pecado ancestral de la humanidad, como lo es la prostitución, lo único que puede resultar es que haya más
justificantes para la prostitución y los condones; es echarle abono al pecado.
Desde
el punto de vista de la responsabilidad y de la moralidad, cuando la premisa fundamental es el uso del condón y el sida, es
necesario considerar los puntos anteriores, ya que se trata de un objeto y una enfermedad que existen debido a los desordenes
y excesos del ser humano.
Dado que
el condón se relaciona intrínsecamente con el acto sexual, es necesario remitir a este último a su origen, al plan de Dios
y la santidad que su consumación refiere a Cristo con su Iglesia. Todo lo que salga de este orden viene a ser contrario a
los planes de Dios. En este sentido, independientemente de las consideraciones de utilidad tenga para la salud pública, el
uso general del condón es el de un medio para cometer pecado y burlar las leyes
de Dios.
Desde
el punto de vista del acto de quien se prostituye y ofrece servicios de prostitución y de quien busca y recibe dichos servicios,
el acto es contrario al sexto mandamiento de la ley de Dios y produce la muerte y la condenación eterna.
Si durante
el acto pecaminoso existe el riesgo de contagio de enfermedad mortal como lo es el sida o cualquiera otra, la iniquidad del
acto contrario al sexto mandamiento no aumenta, sino que queda exactamente igual en su universo, agregándose el pecado en
contra del quinto mandamiento de la ley de Dios por parte de ambos pecadores, ya que uno a sabiendas de que tiene una enfermedad
la contagia al otro y el otro a sabiendas del riesgo, comete el acto de exponerse al mismo, independientemente de la moralidad
del primer acto.
Si uno
de los dos pecadores elimina el riesgo de contagio de la enfermedad mortal, solamente elimina el riesgo de cometer un nuevo
pecado, esto es, de agrandar la pena eterna como pago de sus actos, pero no dejará de condenarse por el acto que es causa
del segundo, si no se arrepiente.
Si el
medio de prevención del contagio es un instrumento intrínsecamente contrario a la naturaleza moralmente buena del acto sexual,
sin lugar a dudas que todo su uso, aunque sea preventivo desde el punto de vista de la salud, es un acto intrínsecamente pecaminoso,
porque tiene una implicación de continuidad del pecado. Esto es, que si el riesgo de contraer el sida o alguna otra enfermedad
de transmisión sexual no es suficiente preservativo para impedir que las personas cometan el pecado en contra del sexto mandamiento,
todo aquello que lo posibilite es intrínsecamente pecaminoso, aunque signifique un medio de prevención para no cometer otro
pecado. Simplemente servirá para seguir cometiendo el pecado en contra del sexto mandamiento de la ley de Dios de manera más
segura, sin cometer la falta al quinto mandamiento, ya que eso impediría continuar fornicando en un determinado tiempo.
Si el
Papa Benedicto XVI estaba conciente de estos razonamientos --porque su deber de Pontífice así lo requiere--, y aún así, hizo tales pronunciamientos, esperando que los demás pensaran que quienes se prostituyen
pueden llegar a engendrar un acto moralmente bueno a costa de ser precavidos al cometer muchos pecados en contra del sexto
mandamiento, evitando cometer cada vez el pecado en contra del quinto mandamiento, pues se ha equivocado, ya que la carne
engendra carne y el espíritu engendra espíritu (Jn. 3, 6) y tiene el deber de señalar la verdad en este asunto, aunque ello
implique reconocer que se equivocó al hacer referencia con tal ejemplificación.
Desde
el punto de vista del manejo que se le dio desde que en el año 2009, el Papa Benedicto XVI emitió tales comentarios ante un
periodista, resulta torpe pensar que los curas encargados de revisar el texto no se hayan dado cuenta de la gravedad de dichas
declaraciones, por el tema del condón, por la clase de ejemplo, los que ejercen la prostitución, y por la desviación del fondo
moral del contenido respecto de la doctrina de los actos bueno y malos, así como del pecado, que enseña el catecismo oficial
de la iglesia católica.
Asimismo,
resulta también torpe pensar que quienes difundieron la noticia a través del periódico oficial de El Vaticano L'Osservatore
Romano, no se dieran cuenta de la gravedad de dicho contenido antes de publicarlo y del impacto que ello produciría en el
mundo.
Para el
caso de que aún concientes de todo lo anterior, todos los involucrados en el proceso de difundir ese texto pensaran que ello
produciría algún bien, todos cayeron el la utilización de un medio moralmente malo, --dicho mensaje-- para tratar de conseguir
algo bueno, acción que está señalada como acto moralmente malo en el catecismo de la Iglesia Católica.
Tal evento
que ha causado un enorme daño a la Iglesia, porque se dijo en todo el mundo que el Papa autorizó el uso del condón, ejemplifica
a la perfección la utilización anfibiológica de un mensaje. Ciertamente si se trata de ejemplificar un acto de moral y de
responsabilidad, en el caso expuesto, tanto el tipo de ejemplo, el tipo de mensaje y el tipo de lenguaje, no son los que le
corresponden, sino los peores desde el punto de vista moral y los mejores desde el punto de vista de utilización de recursos
anfibiológicos para que un contenido quede fijado en las mentes de los receptores.
Cabe aquí
señalar, para quienes crean que hay suficientes eviedencias para suponer un complot, que podría darse el escenario en que
el Papa, haya hecho o no tales declaraciones, no tenga conocimiento de todo el revuelo que se ha originado en el mundo por
ello y que ha quedado en la mente de quienes quieren usar el condón, sean católicos o no, que el Papa ha autorizado ya su
uso.
De manera
tardía, la curía romana emitió un comunicado retomando la postura tradicional de la Iglesia Católica respecto del condón y
de la prostitución, el cual se reproduce enseguida:
ZS10122105 - 21-12-2010
Permalink: http://www.zenit.org/article-37699?l=spanish
El Papa no ha cambiado nada de la doctrina sobre el preservativo
Aclaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe
CIUDAD DEL VATICANO, martes 21 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI no ha alterado en ningún
punto la doctrina en lo referente al uso del preservativo, que recoge la Humanae vitae, ni lo ha acogido simplemente como
un "mal menor" que relativice la condena de la prostitución.
Así lo afirma la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una nota hecha pública este martes, con el título
Sobre la banalización de la sexualidad. A propósito de algunas lecturas de "Luz del mundo".
En ella, la Congregación sale al paso de las "diversas interpretaciones incorrectas, que han creado confusión
sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de algunas cuestiones de moral sexual", a raíz de la publicación del libro-entrevista
a Benedicto XVI.
El pensamiento del Papa "se ha instrumentalizado frecuentemente con fines e intereses ajenos al sentido de sus
palabras, que resulta evidente si se leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad humana".
Algunas interpretaciones, subraya la nota, "han presentado las palabras del Papa como afirmaciones contrarias
a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con preocupación".
"En realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a un comportamiento gravemente desordenado
como el de la prostitución, no modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la Iglesia", afirma la nota.
Moral conyugal
La Congregación subraya que en sus palabras sobre el preservativo, el Papa "no habla de la moral conyugal, ni
tampoco de la norma moral sobre la anticoncepción".
"Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy precisos por Pablo VI en el n. 14 de
la encíclica Humanae vitae", que excluye el uso del preservativo como medio anticonceptivo.
"Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se pueda deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso
del preservativo para evitar embarazos no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni a su pensamiento",
añade la nota.
Prostitución
En sus declaraciones, el Papa "se refería al caso completamente diferente de la prostitución, comportamiento
que la doctrina cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral".
En su visión de la prostitución, aclara la nota, la postura de la Iglesia es la de condena: "hay que luchar
contra la prostitución; y las organizaciones asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de trabajar
para librar a las personas que están involucradas en ella".
Sin embargo, en el caso de personas infectadas con el virus del Sida y conscientes de serlo, "además del pecado
grave contra el sexto mandamiento comete uno contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de otra
persona, con repercusiones también para la salud pública".
A este respecto, el Papa ya afirmaba que el preservativo "no son una solución real y moral del problema del
sida, y también que la mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad".
"Por otra parte, es innegable que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro para la vida de otra
persona, intenta reducir el mal vinculado a su conducta errónea", y así el Papa decía que "recurrir al profiláctico con la
intención de reducir el peligro de contagio, es un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente,
hacia una sexualidad más humana".
"Se trata de una observación completamente compatible con la otra afirmación del Santo Padre: Ésta no es la
auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH", añade la nota.
¿Mal menor?
Respecto a ciertas interpretaciones de las palabras del Papa valiéndose de la teoría del llamado "mal menor",
la congregación aclara que esta teoría "es susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista".
"No es lícito querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor. El Santo Padre no
ha dicho, como alguno ha sostenido, que la prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita en cuanto
mal menor", subraya la nota.
"La Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien, practicando
la prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por disminuir el peligro de contagio, a través incluso
del uso del profiláctico, esto puede constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien el mal de la
prostitución siga conservando toda su gravedad", añade.
En resumen, la nota afirma que "los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica deben saber que en la
lucha contra el sida hay que estar cerca de las personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan vivir
la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del pacto conyugal".
Asimismo, "hay que denunciar también aquellos comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice
el Papa, representan precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la sexualidad una expresión de su amor".
Hasta
aquí el comunicado publicado por www.zenit.org
En general
sabemos que para que una acción sea moralmente buena deben serlo por su lado la intención, el medio y el fin. En el caso de
los mentirosos, la mentira y su desarrollo casi siempre recaen en el medio.
Asimismo,
desde el fundamento de que la acción del mentiroso es mala, por más argucias con que la encubra y pretenda hacerla aparecer
como buena o, al menos, como no mala, según se trate del temperamento de cada
sujeto, presenta variables, respecto del engaño de sí mismos y respecto del engaño al otro.
Es necesario mencionar que el mentiroso jamás reconoce su mentira, ni para sí mismo o cuando lo haga, en ciertos casos,
será para coronar el pecado capital de la soberbia.
Vive bajo
la creencia de que como es un hombre que cumple con los ritos religiosos, da limosna, participa en obras buenas de la iglesia;
aporta de su capital para obras de la iglesia, de los obispos o de congregaciones, e incluso, sostiene apostolados, Dios le
permite tomarse pequeñas libertades para lograr el éxito en todas sus empresas.
Estas
libertades, como dijimos, consisten en pequeños robos, pequeñas mentiras, las cuales juntan con las obras y dichos buenos
y verdaderos. Tras una práctica constante y firme de ello, esta clase de sujetos se vuelven jueces tasadores de todo. Se abrogan
autoridad para determinar el precio de todo lo ajeno, incluyendo productos, servicios, acciones, sentimientos, pensamientos,
trabajo, tiempo, vida, etc., etc., y de cambiar a su capricho todo cuanto convenga
a sus intereses.
Le es
extraño y ajeno el hecho fundamental de que no son dueños de nada, sino que el hombre solamente administra los bienes de la
despensa de Dios. Sin embargo existen mentiroso que reconocen esto, pero solamente para reforzar su acción de ladrones y mentirosos
con el supuesto propósito de administrar de mejor manera, claro, prendiéndole una veladora al diablo.
En las
relaciones económicas (trabajo, comercio, negocios, inversiones, transacciones, producción, etc., etc), suelen valerse de
los demás para obtener lo que su capricho manda y crear situaciones para que las demás personas mientan y roben. Ello independientemente
del rol que desempeñen en la relación, sea patrón, gerente, trabajador, etc. Según su temperamento, utilizan un esquema de
urgencia de algo, ya sea por la oportunidad, por la obligación o por cualquier razón, de modo que los demás se vean constreñidos
a hacer lo que sea necesario para alcanzar el objeto que pretende el perpetrador. Los operadores buscaran obtener lo que se
les pide como sea, por su necesidad económica, por su orgullo o por la necesidad de ser reconocidos. Esta es una escuela demoniaca
generadora de pecados y de pecadores (Mt. 23-15; Amos 8, 4-7).
Lo hacen
con una actitud de gran autoridad moral, sobre la cual fundamentan el continuar con la mecánica de juntar y crear relaciones
simbióticas de verdades con mentiras y actos buenos con malos e impulsarlos e
incentivarlos con las personas que les rodean, para que hagan lo mismo cuando esto les produzca algún beneficio. Esto es,
que en sus adentros ha quedado sustituida la ley de Dios por una ley propia,
expresamente creada como un mundo propio, ni más ni menos como lo propuso la serpiente en el paraíso terrenal; como lo hacían los fariseos en tiempos de Jesús y como lo practicaba Judas Iscariote (Gn. 3, 5; Mt. 15, 3-9; Jn. 12, 4-8).
Las sagradas
escrituras y experiencia enseña que muchos de los que pertenecen a esta simiente de hijos del demonio están o han estado relacionados
con el clero; han salido de sus seminarios o han tenido una estrecha relación con ministros religiosos. Otro venero de donde
salen lo son las sectas milenarias. En ambos casos los engendros se forman por imitación, porque jamás se dará una cátedra
abierta de como mentir o de como beneficiarse utilizando, manipulado y robando
a los demás.
Todo es
netamente empírico, lo tienen que adivinar o deducir, viendo como lo hacen sus maestros y ponerlo en práctica, recibiendo
la complacencia de sus mentores. En ambos casos se trata de una de las formas predilectas del demonio para enseñar y transmitir
la ciencia del bien y del mal de sus profundidades; cobija a sus pupilos cuidadosamente y se esmera en premiarlos con la obsesión
diabólica que experimentarán siempre que pongan por obra tales enseñanzas y cuando se beneficien de estas, hasta obtener la
posesión diabólica pasiva (ver: Los hijos del diablo. http://cruciferorder.tripod.com/loshijosdeldiablo/).
Este relativismo
como modo de vida, se aplica en toda clase de relaciones humanas, en la familia, en las relaciones de pareja, con los hijos,
entre hermanos, en las relaciones de trabajo, de gobierno, en la política, en las relaciones laborales, comerciales, en los
negocios, en todo. En las relaciones económicas el objetivo siempre va ligado al robo.
Hay naciones que desde su fundación han bebido estos formulismos, sobre todo por la influencia de la masonería.
Desde
otro punto de vista de análisis, esto se denomina la dialéctica de la acción, cuyo fundamento es el planteamiento marxista,
tomado de Hegel, de que a una tesis corresponde una antítesis de cuya interacción
surge una síntesis, la cual a su vez contiene los gérmenes de su propia contradicción que al desarrollarse convierten a dicha
síntesis en tesis y estos a su vez en antítesis, que entran en tensión contradictoria, y así sucesivamente. Cada fórmula dialéctica
es independiente de la otra ya que proviene de la contradicción, que es el motor fundamental de la existencia.
En este
universo de cosas, la única eternidad que existe es la de un presente contínuo de contradicción que hace posible la existencia
misma, por tanto, los absolutos son excluídos.
Aplicado
en personas con cultura religiosa, como los hijos del diablo de los que hemos
expuesto, tal modo de vida en la mentira ha cegado el ojo de la fe, de manera que no alcanzan a ver más que lo inmediato y
lo eterno lo tienen como algo que ciertamente vendrá, pero no ahora. En su interior
las realidades eternas han sido oscurecidas por su modo de vida y por la obsesión o posesión diabólica que han querido acoger,
de modo que la percepción de que esta vida terrena es momentánea y que pasará de un momento a otro, quedando solamente la
eterna con sus miles y millones de millones de milenios sin fin, no la tienen ni valoran
de modo alguno. Ciertamente, como dice san Pablo, han sido cegados por el dios de este mundo (Ef. 4, 14; 2 Tes. 2,
10-12; 2 Cor. 4, 3-4; Mc. 4, 18-19; Mt. 13, 14-15).
Aunque,
como se ha dicho, existen maestros de este arte, los pueblos en general han sido adiestrados en la materia, unos más que otros.
El objetivo es el relativismo del pensamiento como forma de vida, donde no existe la verdad sino solamente conceptos e ideas
que cambian constantemente, lo cual incluye a la moral. Se trata de la eliminación de los absolutos, la supresión del decálogo
y de todo lo que emana de este.
La forma
de vida en la mentira llega a desarrollar expresiones patológicas en numerosos
casos y se presenta como una forma de histeria, con variables de compulsión, paranoide, esquizoide, sociópata, sicopata, etc.
Los enfermos de esto crean mundos de mentiras y fantasías, tan creíbles, que la interacción con ellos desemboca casi siempre
con vertientes muy peligrosas, ya que son tan elocuentes que generan sendos enredos de los que siempre salen sin problemas,
dejando a numerosas personas como víctimas. Los hay en el trabajo, en la familia, en los negocios; en todas partes.
En general,
el relativismo en el pensamiento es la ideología imperante y quienes no se sujeten a sus reglas son tachados de intolerantes,
fundamentalistas, de mente estrecha, sin criterio, de poco criterio, etc., etc.
Aprendida
la materia de la mentira, según las características de los sujetos, se dan particularidades, que son proporcionales a su temperamento,
que es la fuerza de vida que mueve a los hombres. Se desarrollarán con variables dependiendo si el temperamento predominante
es sanguíneo, colérico, melancólico o flemático.
Conviene
saber que en todos los hombres, el modo de sentir y apetecer es variable, condición
que se denomina temperamento, siendo cuatro los que existen y que en cada persona
puede darse la mezcla de dos, que es herencia de sus padres, con el predominio de uno de estos.
“Estos temperamentos se distinguen entre sí en cuanto que la excitabilidad del sanguíneo es
fácil y superficial, la del colérico fácil y honda, la del melancólico lenta y profunda, y por fin, la del flemático, lenta
y superficial...” “El temperamento es, pues, una disposición fundamental
del alma, que se manifiesta particularmente cuando ésta recibe una impresión, ya sea por ideas o representaciones o bien por
acontecimientos exteriores” “... Aquí cabe hacer las siguientes preguntas: 1. Ante tales impresiones, ¿se excita
el alma con rapidez y fuerza, o por el contrario con lentitud y debilidad? 2. Bajo tales impresiones, ¿se siente el alma impulsada
a obrar de inmediato y a reaccionar con rapidez, o bien se siente la inclinación de esperar y estarse tranquila? ¿Muévela
tales casos a obrar con ardor, o a mostrarse más bien en un estado de pasividad? 3. ¿Esta excitación del alma dura por largo
o corto tiempo? ¿Quedan grabadas por mucho tiempo tales impresiones, de manera que con su solo recuerdo se renueve la excitación,
o sabe el alma sobreponerse de inmediato y con facilidad, de modo que el recuerdo de un excitación no llega a provocar otra nueva? La contestación a estas cuatro preguntas nos lleva como por la mano a los cuatro
temperamentos y nos da al mismo tiempo la clave del conocimiento de cada temperamento particular e individual”... “El
temperamento colérico y sanguíneo son activos; el melancólico y el flemático son más bien pasivos. En el colérico y el sanguíneo
hay una fuerte inclinación hacia la acción, y en el melancólico y el flemático por el contrario hacia la tranquilidad. Los
temperamentos coléricos y melancólicos son apasionados, conmueven y repercuten muy hondamente en el alma; al paso que los
sanguíneos y los flemáticos no tienen grandes pasiones ni inducen a fuertes arranques del alma. (Los Temperamentos. Conrado Hock. Parroquial. 1996. Pp. 15-19).
Ciertamente
el temperamento en sí es algo bueno, sin embargo, derivado del pecado original, ha quedado desvinculado de la razón, por lo
que se encuentran en estado salvaje y es necesario tomar sus riendas con una firme y férrea voluntad, revestida de la gracia
santificante, para que pueda ser útil a la salvación.
Quien
no de importancia u omita hacer este trabajo en su vida, irremediablemente será conducido, por su temperamento, a la perdición,
ya es parte integral de nuestra naturaleza animal, que permanece gracias a los instintos ciegos de supervivencia y permanencia
de la especie, esto es, irascible y concupiscible, respectivamente.
Constituye
todas las fuerzas con las que debemos amar a Dios, por eso debe ser doblegado por una voluntad dirigida por una inteligencia
iluminada por la verdad, la fe y la gracia santificante, al tiempo de arrancar y arrojar lejos de sí todas sus tendencias
y pulsiones pecaminosas (Lc. 10, 27; Mc. 9, 43-49; ver exposición: La violencia del
Reino de Dios. https://crucifervslucifer.tripod.com/).
Por su
naturaleza de motor de vida, es que el demonio desde la más temprana edad del hombre se ocupa
en que el temperamento se mantenga salvaje, sin rienda, haciendo lo que le da la gana, para que la voluntad se someta
a su deseo, y no a la inversa. Procura que el hombre no vigile y mucho menos modifique los actos temperamentales para que
sea arrastrado por estos al infierno (Mt. 13, 24-28; 25, 1-13; 26, 41; Lc. 16. 19-31).
Con estas
herramientas del conocimiento es posible analizar tanto la acción como las motivaciones de los mentirosos, desde el punto
de vista de su temperamento.
Previamente
es necesario subrayar que tratándose de mentirosos con grado de obsesión o posesión pasiva diabólicas consentidas, la pasión, obsesión y posesión pecaminosas resaltan más que el temperamento, en cuyo caso el conocimiento de la
evolución de las mentiras como práctica ordinaria del mentiroso en su estado de vida en las profundidades de satanás, es suficiente
para reconocerlo; sus acciones, sus relaciones con los demás, sus objetivos y los daños que es capaz de originar.
Hay que
anotar otro caso igualmente peligroso que ofrece dificultad para reconocer el temperamento del mentiroso, pero no sus mentiras
ni el daño que originan: el individuo histérico.
Se trata de sujetos muy nerviosos, irritables e inconstantes en sentimientos
y resoluciones. Formulan fantasías y son fácilmente sugestionables por personas como ellos o por personas que conociendo su
forma particular de ser obtienen ventaja de ello. Formulan proyecciones de necesidad inminente e impostergable para que sus
interlocutores se vean obligados a acceder a sus deseos sin importar las consecuencias o los medios que tengan que emplear.
Estas características enmascaran su temperamento, pero, como en el caso anterior, dado que el motor de su actuar es su histerismo,
con eso basta para reconocerlos y la naturaleza de sus mentiras, sus objetivos y los daños que origina.
Aclarado
lo anterior, los temperamentos coléricos y sanguíneos mienten de manera inmediata ante un estímulo; los melancólicos y los
flemáticos tardan en hacerlo. Por esta condición, las mentiras de los primeros pueden ser precipitadas y poco elaboradas y
las de los segundos más elaboradas. En el caso de los coléricos, como las impresiones calan hondamente, no lo olvidarán y
dispondrán del tiempo para elaborar lo que sea necesario para resarcirse, mientras que los segundo n o le concederán importancia
y podrán olvidar el incidente.
Los coléricos
y los melancólicos defenderán apasionadamente su mentira e incluso llegarán a la violencia para sostenerla, en tanto que los
sanguíneos y flemáticos no le darán importancia y podrán cambiar a otra mentira.
Por el
grado de profundidad de la excitación, los coléricos dan mucha importancia a su
soberbia, a la imagen que tengan de ellos, por lo cual reflexionarán una y otra vez hasta construir una estructura de mentiras
casi perfecta, con la cual su genio quede patente, aún cuando se identifiquen las mentiras, esta clase de sujetos sentirán
satisfacción con el hecho de que sepan que es un genio mentiroso y que los demás se han tenido que sujetar a su poder y darse
cuenta que nos les queda de otra.
Aún cuando
el sujeto haya sostenido la verdad, si sufre contradicción, esto le produce una humillación. Si no tiene bien fundamentado
en sí mismo el objetivo de la verdad como sumo bien, no duda utilizar las mentiras para no sufrir la humillación de la contradicción
o resarcirse de la que ha sufrido, porque la humillación le cala profundamente, venga de quien venga. Sobro todo si se trata
de personas con las que ha de relacionarse continuamente. Ello se acompaña con el desprecio y menosprecio por sus contradictores,
a quienes considera tontos y torpes, y se valdrá de la mentira para que los demás los vean de igual manera. La humillación
excita fácilmente en estos sujetos el odio, por el que pueden tramar crudas venganzas en contra de quien creen que los ha
humillado. Cuando se trata de sujetos a los que no volverá a ver, para el colérico es importante la venganza en el acto, salvo
cuando, por propósitos de conveniencia, como en el caso de los políticos, les produzca pérdida. En este caso lo ignorarán,
pero debido al menosprecio que sientan por quienes les humillan.
Miente
también con facilidad para no ser humillado por sus fracasos y no le importa el sufrimiento de sus víctimas; aún el peor de
los sufrimientos.
El mentiroso
colérico es capaz de construir un universo de mentiras con gran perfección y sofisticación, y es capaz de volver mentirosos
a masas de personas e involucrarlas en el alcance de sus personales objetivos de largo alcance.
Los mentirosos
coléricos temen el qué dirán, en cuanto que esto los humille, aunque como pagados de sí mismos caen en el otro extremo de
no importarles lo que digan los demás, cuando estos sean considerados como inferiores. Cuando humilla a otro, el sujeto de
temperamento colérico es el más despreciable de todos los hombres y cuando ejerce la violencia, puede hacerlo con gran crueldad,
llegando a excesos y extremos brutales, trátese de acciones sanguinarias y crímenes o de acciones muy elaboradas de venganza
en donde pueda lucir el genio de su intelecto y su poder.
Los sanguíneos cambian de parecer como la pluma al viento. Construirán
tantas mentiras como les sea necesario, aunque unas contradigan a las otras. Dado que son superficiales, les molesta y aburre
el análisis profundo de las causas y de los efectos. Se contentan fácilmente con las apariencias de las que crean beneficiarse
aduciendo que comprenden el fondo; también con abordar una parte del todo, ya
que creen comprenderlo todo. Por tal superficialidad el mentiroso sanguíneo preferirá cualquier clase de mentiras, sin recaer
ni considerar la gravedad de sus consecuencias.
Como es
amigo de lo que sea fácil y vistoso, le causa pesadez lo que implique laboriosidad, trabajo o cansancio, así como la reflexión
o el análisis, por lo que utilizan con toda facilidad la mentira, para obtener resultados inmediatos, sin importar las consecuencias
de ello, ni lo que los demás tengan que hacer para satisfacerlos. La misma superficialidad de sus acciones y conductas queda
vedada a su entendimiento, pero siempre ostentan una gran penetración intelectual de todo lo que se les plantee.
La mentira
se convierte en una herramienta fundamental de sus vidas ante la superficialidad e inconstancia de sus personas, es lo único
que los saca adelante, por lo que fácilmente se vuelven expertos mentirosos y desarrollan una extraordinaria habilidad para
que los demás crean sus tramas y enredos.
Cuando
en un trabajo, proyecto o cosa que estén haciendo se les presenta alguna dificultad, fácilmente se desaniman y hasta entristecen,
por lo que cambian por otra cosa, sin sentimiento adverso o remordimiento; no
por pereza, sino por desesperación de obtener lo que quieren fácilmente, sin esfuerzo y de inmediato. La mentira, casi automática
en sus personas, es su trampolín de fácil acceso a todo. Sin embargo, siempre negará ser inconstante y aducirá multiplicidad
de razones y mentiras para sustentar sus cambios.
Como amigo
de lo exterior y, lo dicho, que le produce pesadez y dificultad la reflexión y el análisis, es gobernado más por los sentidos
y los sentimientos, que por la razón. Acepta y emite más la mentira vistosa, que la verdad que no lo sea, cuando esto le reporte
beneficios. Como todo lo tiene que ver y hablar, acepta y produce fácilmente la mentira que se presente en estas formas de
comunicación. La carencia de afectos y análisis profundos le hace emitir mentiras en cantidad y gravedad sin el menor esfuerzo.
El mentiroso
sanguíneo sustenta sus soberbia no en el egoísmo o el afán de mandar y ser tenido por superior por los demás o el miedo a
la humillación, sino en la vanidad y la satisfacción de sus sentimientos y de sus sentidos. La alabanza y la adulación lo
hacen feliz, por lo que casi siempre se rodea de lisonjeros a quienes les hace caso en todo y es fácilmente inducido a las
mayores necedades y vergonzosas acciones.
Ante tales
características de su persona, sus mentiras se ven impulsadas también por la envidia y los celos respecto de otros. Al no averiguar mas que la superficialidad de las cosas, no alcanza a ver sino solo lo que le gusta o disgusta
y omite observar las causas y dificultades que les corresponden, por lo que sus negocios y acciones se sustentan frecuentemente
en juicios falsos y desecha con facilidad lo que no se ajusta a obtener objetivos rápidos.
La superficialidad
de su persona le hace emprender cosas esperando alcanzar objetivos incluso contrarios la naturaleza de las mismas y no es
capaz de reconocer la causa del fracaso cuando este se presenta, porque de inmediato pondrá en marcha otra cosa. Incluso considera
como fracaso la espera necesaria que imponga la naturaleza de la cosa emprendida y cambia a otra.
Por su
inconstancia, como lo único que le permite salir adelante de todo es la mentira fácil, es víctima de la misma, ya que frecuentemente
se deja seducir con gran facilidad por aduladores y por quienes argumentan del mismo modo y le presentan proyectos fabulosos,
aún cuando sean contrarios a la razón.
El mentiroso
sanguíneo teme perder sus comodidades y la satisfacción fácil y rápida, por lo cual estará dispuesto a fingir y cometer lo
que sea necesario con tal de mantener su estatus. Teme al fracaso en sus empresas, por lo que estará dispuesto a hacer lo
que sea para sostenerlas, pero cuando el fracaso es irremediable, por su mutabilidad puede cambiar a otra cosa sin esfuerzo
ni recato.
Cuando
el sanguíneo ha construido una imagen de su persona, con todos los recursos de su forma de ser, esto es, con exterioridades,
superficialidad e inconstancia, teme perderla, pero solo en el momento en que eso cobra relevancia, ya que aunque la debacle
esté a la vista, por su incapacidad de reflexión profunda, no la valorará, a menos que alguien le muestre un escenario espantoso
y por su reacción inmediata tome acciones, las cuales pueden, por la misma causa, ser precipitadas e irreflexivas y apresurar
la ruina. Realizará construcciones de mentiras para hacer ver que todo está bien y que el riesgo de perder no es tal, o bien
mutará intempestivamente al escenario opuesto, magnificando irracionalmente los hechos.
Cuando
se trata de pérdida de algo que consideren muy valioso, en el acto lo magnifican, aunque son propensos a que al momento siguiente
tampoco les preocupe, siempre y cuando pase algo de tiempo, porque dimensionan la pérdida como algo sin importancia, pasado
un lapso. En caso contrario, esto es, que no haya tiempo suficiente para que
cuaje su inestabilidad, si la pérdida es fenomenal, siendo personas de reacción inmediata, la intensidad mezclada con la nula
reflexión los puede llevar a crear grotescos escenarios y enormes mentiras, los más abominables pecados, sin importar las
consecuencias, en casos extremos pueden llegar al homicidio o al suicido.
El mentiroso
sanguíneo podrá medirse con la afirmación de que estas líneas no le importarán en lo mínimo. Si es cristiano, no cree que
su modo de vivir le vaya a llevar al infierno aunque ya esté a punto de morir, aunque por su mismo temperamento, el trauma
de la muerte puede volcarlo en ese instante y convertirse, pero también las tentaciones finales podrán sumergirlo en la desesperación
de que una vida de mentira no se puede cambiar con un acto de arrepentimiento y por ello perderse. Si el mal no está tan arraigado
en él, podrá sentirse afectado para cambiar, pero ese sentimiento cambiará una vez que deje de leer el texto o le venga otra
ocupación o preocupación, o por el vuelo de una mosca.
En el
caso del mentiroso melancólico, como es muy dado a fantasear y soñar despierto,
es capaz de generar tramas de mentiras muy sofisticadas y de mantenerse en estas por largo tiempo, cuando esto no le ofrezca
gran dificultad o trabajo, ya que ante su incapacidad de reacción inmediata y su inclinación a la soledad, la cual incluso
puede transformarse en temor a relacionarse con los demás, la mentira es su ancla
de salvación y de estabilidad.
Por estar
ocupado en sus cavilaciones, cuando se relaciona con los demás, no escucha ni atiende y se distrae fácilmente, lo cual le
atrae infinidad de contrariedades, tanto con los demás como en el cumplimiento del deber. Ante el reclamo o el señalamiento
de ello, la mentira es la forma fácil de salir para no ser descubierto que está ocupado en sus adentros.
Por su
constante interiorización e inclinación a la tristeza y melancolía, tiende a fabricarse escenarios muy pesimistas acerca de
la realidad, de las acciones de los demás y de los acontecimientos en general, por lo cual, teje redes de fantasías y de mentiras
que él mismo cree y cuando es necesario comunica a otros que sean de su confianza.
La marcada
inclinación a la tranquilidad y quietud, lo hace lento en todo; en el pensar, en el hablar, en sus trabajos, con lo cual es
propenso a la pereza frente a lo que requiere esfuerzo, argumentando toda clase de mentiras para justificarse.
Tal complejo
de su persona le genera estados de tristezas y depresión. Puede darse cuenta que miente cuando lo hace y eso puede contrariarlo
muchas veces o justificar su mentira para sí mismo aduciendo su estado interior.
Cuando
alguno lo descubre en sus mentiras, eso lo contraría demasiado y como es lento para reaccionar no sabe como salir al paso,
por lo que cavilará formas de resolver tal situación, reforzando la mentira o culpando a los demás de ello.
Debido
a sus demasiadas lucubraciones, el temor a las dificultades y el miedo a que algo le salga mal, es irresoluto; pospone siempre
la acción y tiene siempre una manera de justificarlo, mediante la mentira, la cual es el primero en creer.
Como nunca
termina lo que empieza, --tal como ocurre con el mentiroso sanguíneo y el flemático, aunque por causa distinta de ánimo--, pospone indefinidamente cosas que podría hacer de inmediato y luego se olvida de ello, justificándose con la mentira.
Dado que
sus cavilaciones de todo cuanto le acontece le muestran diversos caminos, le causa esfuerzo resolverse a tomar alguno de estos
y, o bien no actúa o bien da la razón a los demás o hace lo que otros dicen, por lo cual el mentiroso melancólico suele dejarse
llevar por la mentira fácil que otros le proponen aunque sepa que es mentira.
Debido
al temor que experimenta por lo nuevo o por algo que no conoce lo suficiente, se desanima y hasta entristece ante el trabajo
o dificultad que este ofrezca y miente para justificar mejor hacer otra cosa o no hacer nada.
Es miedoso,
temeroso, cobarde y desanimado, por lo que preferirá la mentira a la verdad cuando esta última ofrezca la necesidad de valor,
ánimo, iniciativa o compromiso.
Teme desmesuradamente
a la humillación y al bochorno. Aunque es enemigo del halago y de los honores públicos o privados, en su interior anhela que
se le reconozcan sus capacidades y se siente humillado si no lo hacen, aunque si es reconocido rechazará los honores; tiende
a la falsa humildad.
Cuando
cavila en torno de sus mentiras, pueden generarle un temor a ser descubierto por la magnitud de las mismas, por lo que las
reforzará aunque no quiera hacerlo. Lo mismo le ocurre con otros graves y horribles pecados. Cuando sus mentiras no tienen
éxito se sumergen en profundas depresiones que los pueden conducir a la desesperación y acciones de violencia desmedida.
Los mentirosos
melancólicos pierden rápidamente la confianza en los demás y son desconfiados de inicio, no están dispuestos a decir la verdad
cuando esta sea necesaria, cosa que también ocurre por el miedo a cualquier dificultad y a los problemas.
Por esta
desconfianza generará en su interior escenarios de sospecha adversos llenos de mentiras y suspicacias acerca de los demás,
los cuales podrá confiar a otras personas que le sean cercanas y producir gran daño al tercero, aún sin que este tenga algo
que ver.
Cuando
algo le indigna, sea justo o no, la ira interior que se produce crece violenta y desmesuradamente y si esta se produce por
la humillación sufrida, la ofensa o la antipatía, se engendran y crece en esta clase de sujetos un profundo sentimiento de
venganza. Aunque las ofensas primeras por parte de alguien las olvida, si estas se repiten constantemente, el resentimiento
se enraíza irremediablemente en el melancólico, tan profundo que no lo olvidará en muchos años y la trama de mentiras para
vengarse será monstruosa.
Su
extremado pesimismo ante todo generará sentimientos de enojo en contra de los demás, que podrá expresar mintiendo acerca de
ellos.
Por su
estado interior tienden a la mitomanía respecto de su salud.
Cuando
siente la necesidad de intervenir en algo, por sus muchas cavilaciones, a la hora de la hora se le hacen nudo las palabras
en la boca y hasta se le olvidan, recurriendo a la mentira para salir avante, todo lo cual le genera enormes complejos interiores
y culpará a los demás de ello.
Por cuanto
al mentiroso de temperamento flemático, como su característica es ser lento y equilibrado,
con baja sensibilidad, alta actividad y concentración de la atención cuando ello no se opone a su descanso o le produzca inestabilidad,
tiende con facilidad ala mentira superficial y puede desarrollar mentiras muy elaboradas cuando se lo propone y eso le reporte
estabilidad, aunque tarde en emitirla, por su baja reacción a los estímulos.
Como los
estímulos no llegan a lo profundo de su ser, no brinda importancia a las cosas, ni a la gravedad de las consecuencias de sus
actos, por lo que miente con frialdad. La gravedad de sus mentiras y la sofisticación provienen de la superficialidad y la
inconstancia de su persona, por el hecho de que los estímulos no le afectan.
Le da
igual una cosa que la otra, la verdad que la mentira y tiende a aquello que le produzca descanso, menos trabajo y menos esfuerzo,
que no requiera de mucho compromiso, ya que trata de no involucrarse demasiado en las actividades de los demás. Nunca pierde
la compostura y casi nunca se enfada, aunque sea víctima de la mentira o de la humillación. Puede desarrollar gran simpatía
entre los demás, cosa que facilita sus mentiras, las cuales, por su seriedad, impasibilidad
y alta racionalidad, cuando así le conviene, pueden ser muy dañinas.
Como este
tipo de persona es el más fácil de tratar, por poseer el más agradable de los temperamentos, sus opiniones pueden ser muy
valoradas por los demás, por lo que sus mentiras pueden trascender a ámbitos insospechados, lo cual se acentúa por ser frío
y tomarse su tiempo en decidir.
Para finalizar
la exposición de las características de los mentirosos a partir de sus temperamentos, conviene subrayar que es precisamente
en contra de las inclinaciones nocivas de estos, que el cristiano debe
identificar con el ojo asiduo de la conciencia y crucificar cada día de su vida, ya que en estas malas características se
encuentra la esencia de lo que el apóstol Santiago señala como las concupiscencias de cada uno, que engendran el pecado y
la muerte: “Ninguno , cuando sea
probado, diga: “Es Dios quien me prueba”, porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada
uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da
a luz el pecado; y el pecado, y una vez consumado, engendra la muerte” (Sant. 1, 13-15).
Finalmente,
con relación al temperamento de cada uno, cabe señalar que Cristo advierte con la parábola de las vírgenes prudentes y la
necias, lo que acontece al que confía más en su forma natural de ser, en lugar de negarse a sí mismo y configurarse con y
para Cristo. Este asunto lo retoma con el ejemplo del rey que sale a pactar las condiciones de paz y el hombre prudente que
calcula lo que necesita para terminar una edificación (Mt. 25, 1-13; Lc. 14, 28-33).
Con relación
al medio en el que se desempeñan los mentirosos, en ámbitos eclesiásticos y religiosos este mal está muy arraigado en el diario
devenir de las acciones y deriva hacia los ámbitos de seglares de los que se rodean, de modo que es uno de los caminos preferidos
por el demonio para brindar a quienes por este medio se han hecho sus hijos, el activo de la obsesión y luego de la posesión
diabólica pasiva, semejante a la que tuvieron Judas y María Magdalena (Jn. 13, 27; Lc. 8, 2; Fil. 3, 17-19).
Esos tales
son verdaderos conocedores de la ciencia del bien y del mal del demonio, creadores de mundos y conocedores de las profundidades
de satanás. Han aceptado la obsesión demoniaca que consiste en creer que todo cuanto hacen es bueno y que con todo lo que
hacen sirven a Dios. Incluso habrá quienes reconozcan estos hechos ante otros, pero en su interior no brindarán importancia
a la gravedad de tal pecado y continuarán por ese camino. Esto forma parte del adormecimiento de la conciencia que han cobijado
al aceptar la obsesión diabólica por la sofisticación en la mentira. Confirman con ello su filiación demoniaca.
De modo
general, los hijos de satanás, recorren su camino de mentira hasta llegar al
homicidio, según el grado de poder terrenal que quieren poseer. Primero cometen suicidio al entregar su alma a la muerte eterna
y, enseguida, sobre todo aquellos relacionadas con el poder político o económico, el asesinato. Sea cual fuere el camino del
mal elegido, los adoradores del poder de este mundo enfrentarán en un momento determinado la disyuntiva del homicidio para
obtener más poder, porque esa es la condición para conocer y disfrutar de las verdaderas profundidades de satanás, que es
el que da el poder y la gloria de este mundo (Mt. 4, 8-9).
Ya sea
que tengan un brujo personal, pertenezcan a sociedades secretas milenarias, a clubes de poder exclusivos y recientes, o pertenezcan
a grupos de poder y de amigos y conocidos que compartan tal modo de vida, o sean como lobos solitarios, tendrán la prueba
de asesinar: a su hijo, su esposa, su hermano, su padre o madre, su amigo, su enemigo, a un extraño, etc. Una forma de crimen
perfecto y silencioso es el asesinato por tortura psicológica, mediante la cual poco a poco minan la salud de la persona,
hasta que esta se colapsa y muere. Esa es la medida del demonio. Este hechos
es histórico y se puede rastrear a través de los siglos.
Hasta
aquí hemos expuesto cerca de los mentirosos, a fin de que si alguno ha cometido tal pecado pueda enmendarse. Asimismo para
contar con herramientas para conocer a los hijos del diablo e interactuar con ellos del modo que debe hacerlo un verdadero
cristiano, para quien resulta ocioso y torpe, de ignorantes, necios y paganos, tanto el invertir en un cuerpo cuyo destino
es la vejez, la enfermedad, la muerte y la pudrición, como el buscar y afanarse por las riquezas, el poder, las satisfacciones de este mundo, un lugar y un reconocimiento; buscar la transformación de este mundo,
cuando su destino es la destrucción (Gal. 6, 7-8; 1 Cor 7, 29-31; Mt.6 19-21).
Cristo
dijo que el Reino de Dios está dentro de cada uno y en ese Reino es el que hay que invertir, con las obras que son de los
que pertenecen a Cristo. El Reino de Cristo, el que llega sin dejarse sentir,
que no tiene un lugar ni una extensión, ese es el que no será destruido jamás; a este se llega con obras (Lc. 17, 21; Col.
3, 1-9).